Además de agua, nieve y granizo, desde el espacio caen peces, ranas y otros elementos exóticos y perturbadores.
Las fuerzas de la naturaleza esconden enigmas aún sin explicación.
La lluvia tan antigua como el mundo, esta intimamente ligada a la vida del planeta.
Elemento
escencial en las religiones de todas las épocas y piedra fundamental de
ritos esotéricos y sacrificios terribles, desde los tiempos mas remotos
se la convoca toda vez que falta y se la rechaza cada vez que aparece
mas de la cuenta.
A los poetas les tocó cantarla y a los científicos explicarla.
Los
poetas la vienen frecuentando desde las primeras odas que bosquejo el
hombre; hubo que esperar hasta el año 1993 para que el meteorólogo sueco
Tor Bergerson ofreciera una explicación racional de como esas millones
de gotitas que forman una nube de agua pueden transformarse, según el
caso, en un chubasco, una nevada, una fuerte granizada, una tormenta o
un temporal.
Cae del cielo, pero no solo cae en forma de agua o de nieve.
Se
han registrado, se registran , otros tipos de lluvias que nadie aun ha
logrado explicar. O que solo se pueden explicar por medio de la fe.
“He
aqui que yo os haré llover pan del cielo“, le prometió Jehová al pueblo
judio, y les envió maná, que les sirvió de sustento a lo largo de
cuarenta años que duró el exodo. En una obra griega, Deipnosophists, que
data del año 200 d.C., se lee: “En el Quersoneso llovieron pescados en
una ocación durante tres días en forma ininterrumpida”, Y en ese mismo
texto se habla de otra lluvia, en este caso de rana, registrada en
Poenia y darninia: “Tan grande ha sido el número de ranas que todos los
caminos y las casas han estado llenos de ellas.”
Hay quienes se
inclinan a pensar que tanto esos peces como esas ranas son fruto de la
desaforada imaginación del anónimo autor de Deipnosophits. Cierta carta
que una mujer enviara a TV Times, de Londres, tira por tierra ese
argumento. La carta es del año 1976, habla de una extraña lluvia, y no
deja espacio para la duda; dice: “Pensamos primero que se trataba de
granizo hasta que vimos que todas eran ranas muy diminutas y saltaban
alrededor. Mi hijo llenó una caja de dulces para llevarla a casa.
El
ala del sombrero de mi espodo se llenó de ellas mientras duró la
tempestad. Estaban por todas partes.” El 7 de marzo de 1976, en
virginia, Estados Unidos, tres personas que estaban viendo televición
fueron sorprendidas a concecuencia de un ruido infernal: un bloque de
hielo del tamaño de una pelota de básquet habia perforado el techo de la
casa y se derretía plácidamente en el centro del living. Un bloque de
parecidas dimenciones había caido en la calle, a cincuenta metros de
alli. El suceso mereció la atención de diversas universidades
norteamericanas.
Todas coincidieron en que no se trataba de
un fenómento meteorológico. El Drexel Institute apuntó: “Los grandes
bloques de hielo que han caido no pudieron haber tenido un origen
meteorológico. Los procesos atmosféricos no pueden formar o sostener las
masas de hielo que se han observado en esas lluvias o caidas.” Por su
parte, la Universidad de Colorado sostuvo: “Aun cuando algunos
astrónomos creen en la existencia de material meteórico compuesto de
hielo, se duda de que tales pedazos pudieran sobrevivir al calor intenso
al entrar en nuestra atmósfera.”
La universidad de Virginia fue
terminante: “Esto es algo muy miterioso… Se puede colocar en la misma
clase del pequeño porcentaje de ovnis que no pueden ser explicados.”
Pero
no solo llueven hielo, peces y ranas. Gracias al paciente trabajo ce
Charles Fort, un químico norteamericano que nació en 1874 y murió en
1932 y dedicó su vida al estudio de las extrabagancias atmosfericas, hoy
se puede conbtar con un inventario de fenómenos meteorológicos que
realmente sobrecoge. Fort se oc´pó de recortar cuanta noticia extraña,
vinculada con las lluvias, aparecía en la prensa del mundo.
Pudo
reunir así mas de sesenta mil notas que probaban que del cielo además
de lluvia, nieve, granizo, hielo, peces y ranas, tambien caen trozos de
carne y de algodón, lodo, arena y sangre.
Po ejemplo, el 13 de
agosto de 1819, en la ciudad de Amherts, en Massachusett, llovió cierta
extraña pelusita, similar a la que se puede hallar en las fáfricas de
paño, que rápidamentecubrió toda el área. Vencida la sorpresa, cuando
los primeros vecinos se acercaron a mirar descubrieron que se trataba de
una sustancia pulposa, de color amarillo, que despedía un olor
repulsivo; minutos después el amarillo se transformó en rojo fuerte,
pero el olor continuó siendo insoportable. También la Argentina ha
recibido la visita de lluvias extrañas. Entre el vasto material que
recoge el archivo de Charles Fort se encuentra una nota aparecida en
Comptes rendus que indica que “la sustancia negra caida en Entre Rios,
Argentina,el 30 de junio de 1880, recuerda a ciertas formas de lignito.”
Hielo, figuras extrañas de olor nauseabundo, sustancias negras,
pequeños animales, son solo algunas de las muchas cosas que caen del
cielo. Se trata de fenómenos que la ciencia aún no ha logrado
dilucionar, acaso porque, como solía decir Charles Fort, “en el espacio
hay misterios que el hombre todavia no conoce.”
Fuente: http://elpanictotal.foroes.biz/t201-el-fenomeno-de-las-lluvias-extranas
fuente Original: http://paccas.wordpress.com/2007/08/28/el-fenomeno-de-las-lluvias-extranas/
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