viernes, 23 de septiembre de 2011

Leyenda de Florentino y El Diablo

Leyenda de Florentino y El Diablo

No sin cierto orgullo, por encontrar en su genealogía social patrones del coplero Florentino, que son los propios del hombre de sabana. Cuenta la tradición popular en boca de los viejos llaneros, extendida a lo largo y acho de la planicie colombo venezolana, que Florentino era un hombre de los que no conocían el miedo y sentían gran placer al enfrentarse al peligro, fiel conocedor de los atajos y vericuetos del llano, inigualable en cada faena, buen jinete, domador y coleador de amplio llano, amigo de las parrandas. En una fiesta llanera, para repicar un zapateo, no era renco ni medroso y en el contrapunteo ni el mismo Satanás pudo comparársele.
La leyenda de Florentino y el diablo es considerada como uno de los sublimes monumentos líricos del pueblo venezolano, con más de 35 versiones populares y otras muchas corregidas y ampliadas por el propio escritor durante más de 25 años, entre las que podemos citar las de 1940, 1950 y 1957. Interpretaciones populares que referencian el embrujo mágico por los versos octosílabos de Torrealba y que la convierten, sin lugar a dudas, en la composición poética más difundida, "popularizada" y enaltecida del folclor del inmenso llano colombo-venezolano.
La leyenda de florentino y el diablo es un referente categórico del torrente mítico que riega el extenso escenario común de nuestros imaginarios, y es una muestra de que tenemos indelebles vínculos de hermandad en la cultura.
Florentino Y El Diablo
Alberto Arvelo Torrealba
(Versión final de 1957)

El Reto

El coplero Florentino
por el ancho terraplén
caminos del Desamparo
desanda a golpe de seis.

Puntero en la soledad
que enlutan llamas de ayer,
macolla de tierra errante
le nace bajo el corcel.

Ojo ciego el lagunazo
sin junco, garza ni grey,
dura cuenca enterronada
donde el casco da traspié.
Los escuálidos espinos
desnudan su amarillez,
las chicharras atolondran
el cenizo anochecer.
Parece que para el mundo
La palma sin un vaivén.

El coplero solitario
vive su grave altivez
de ir caminando el erial
como quien pisa vergel.
En el caño de Las Animas 
se para muerto de sed
y en las patas del castaño
ve lo claro del jagüey.

El cacho de beber tira,
en agua lo oye caer;
cuando lo va levantando
se le salpican los pies,
pero del cuerno vacío
ni gota pudo beber.
Vuelve a tirarlo y salpica
el agua clara otra vez,
ávido sorbo susurran
los belfos del palafrén;
dulce rosario destila
del empapado cordel;
más sólo arena sus ojos
en el turbio fondo ven.

Yermo la frente, el suspiro
doblada espiga sin mies,
la sabia ardiendo en la imagen
de nunca reverdecer,
mirada y rumbo el coplero
pone para su caney,
cuando con trote sombrío 
oye un jinete tras él.

Negra se le ve la manta,
negro el caballo también;
bajo el negro pelueguama
la cara no se le ve.
Pasa cantando en romance
sin la mirada volver:
"En la negra orilla del mundo
se han de hallar de quien a quien
aquel que ve sin mirar
y aquél que mira sin ver.

"Cuando esté más hondo el río
aguárdame en Santa Inés,
que yo lo voy a buscar
para cantar con úste.

"Soy retador de juglares
desde los siglos del rey.
Le sobra con esperarme
Si me quiere conocer."

Mala sombra del espanto
cruza por el terraplén:
hacia mármoles de ocaso
se alarga como un ciprés
Jinetes de lejanía
acompañan en tropel;
La encobijan y la borran
Pajas del anochecer.

La palma en la luz agónica
centra pávido ajimez.

Florentino taciturno
coge el banco de través.
Puntero en la soledad
que enlutan llamas de ayer,
caminante sin camino,
resero si una res,
parece que va soñando
con la sabana en la sien.
En un verso largo y hondo
se le estira el tono fiel,
con su América andaluza
en lo español barinés:
"Sabana, sabana, tierra
que hace sudar y querer,
parada con tanto rumbo,
con agua y muerta de sed.
Una con mi alma en lo sola,
una con Dios en la fe;
sobre tu pecho desnudo
yo me paro a responder:
sepa el cantador sombrío 
que yo cumplo con mi ley
y como canté con todos
tengo que cantar con él.

Santa Inés

Noche de fiero chubasco
por la enlutada llanura,
y de encendidas chipolas
que el rancho del peón alumbran.

Adentro suena el capacho,
afuera bate la lluvia;
vena en corazón de cedro
el bordón mana ternura.

No lejos asoma el río
pecho de sabana sucia.
Inmóviles carameras
Pávidos brazos desnudan.
Escombros de minas lóbregas
El trueno arrastra y derrumba.
Más allá coros errantes,
ventarrón de negra furia,
y mientras se duerme el son
y en las cuerdas vagabundas
el rayo a la palma sola
le tira señeras puntas.

Canta una voz sabanera
Con el pensamiento pura,
Por la ilusión cristalina,
Por el aguardiente turbia:

"Piqué con la media noche 
cimarroneras en fuga:
le eché soga a un orejano
y enlacé la media luna.

"Después cruzando sediento
sobre la arena desnuda
vide la tierra estrellada
con lirios de primer lluvia.

"Y como si todo fuera
por caprichos de fortuna,
le abrí mi lazo al amor:
sólo enlacé la amargura.

"Desde entonces en mi libro
hay no más que dos pinturas:
el chaparro en la candela
y el pimpollo en la garúa.

"Por eso sé distinguir
en los ayes que te cruzan,
montañas de Santa Inés,
clamor de la gente tuya:

"Fusileros federales
en godas cabalgaduras
anunciando la pelea:
la del siempre con el nunca."

Súbito un hombre en la puerta:
indio de grave postura,
ojos negros, pelo negro,
frente de cálida arruga,
pelo de guama luciente
que con el candil relumbra, 
faja de hebilla lustrosa
con letras que se entrecruzan,
mano de sobrio tatuaje,
lunar de sangre en la nuca.
Un golpe de viento guapo 
le pone a volar la blusa,
y se le ve jeme y medio
de puñal en la cintura.

Entra callado y se apuesta
para el lado de la música.
Dos dientes de oro le aclaran
la sonrisa taciturna.
"Oiga vale, ese es el Diablo"
-La voz por la sala cruza-

"Fíjese cómo llegó,
sin cobija ni montura,
planchada y seca la ropa
con tanto barrial y lluvia,
alpargatas nuevecitas,
relucientes de negrura.
"Dicen que pasó temprano,
como quien viene de Nutrias,
con un oscuro bonguero
por el paso de Las Brujas."

Florentino está silbando
sones de añeja bravura
y su diestra echa a volar
ansias que pisa la zurda,
sol menor de soledades
que los dedos desmenuzan,
cuando el indio pico de oro
con su canto lo saluda:
El Diablo

Catire quita pesares,
contésteme esta pregunta:
¿Cuál es el gallo que siempre 
lleva ventaja en la lucha
y aunque le den en el pico
tiene picada segura?

Florentino

Tiene picada segura
el gallo que se rebate
y no se atraviesa nunca,
bueno si tira de pie,
mejor si agarra en la pluma.

El Diablo

Mejor si agarra en la pluma.
Si sabe tanto de todo
diga ¿cuál es la república
donde el tesoro es botín
sin dificultá ninguna?

Florentino

Sin dificultá ninguna
la colmena en el papayo,
que es el palo de blanda pulpa:
el que no carga machete
saca la miel de las uñas.

El Diablo

Saca la miel de las uñas.
Respóndame la tercera
si contestó la segunda:
¿Cuáles son los cuatro ríos
que llevan la misma ruta,
silentes si no los pasan,
sonoros cuando los cruzan?

Florentino

Sonoros cuando los cruzan.
La cuatro cuerdas del cuatro
en pecho de quien las pulsa:
salpica el tono en el traste
como en la piedra la espuma.
El que interroga se enreda
en sus propias conjeturas
si el que aprendió a responder
juega con la pregunta.

El Diablo

Juega con la pregunta.
Defiéndase de la cuarta
Si tiene tanta facundia:
¿Quién sin látigo ni espuela,
jinete, la marcha apura
sobre el que no da caballo
pero sí puede dar mula?

Florentino

Pero sí puede dar mula.
Esa pregunta retrata
en pelo como en jamugas
al muchacho que va al trote
y acelera por la grupa
si le hace al burro cosquillas
donde fue la matadura.


El Diablo

Donde fue la matadura.
Le prevengo que la quinta
Lleva veneno en la punta:
Dígame si anduvo tanta
sabana sin sol ni luna:
¿quién es el que bebe arena
en la noche más oscura?

Florentino

En la noche más oscura
no ando escondiendo mi sombra
ni me espanto de la suya.
Lo malo no es el lanzazo,
sino quien no lo retruca.
Sobre los suelos errantes,
bajo la sed de las dunas,
por la ribera del mar
y en la mar de las llanuras
cuando se quema hasta el aire
y se tuesta la laguna
tiene que beber arena
el que no bebe agua nunca.

El Diablo

El que no bebe agua nunca.
no me termine el velorio,
ligando el café con brusca,
que murciélago no es pájaro
ni papelón es azúcar.
Si sabe, dé su razón;
y si no, no dé ninguna
¿Quién en el zumo salobre
de la zábila se endulza?
¿Quién mitiga el fuego amargo
en jagüey de arena pura?
¿Quien mata de sed sin agua
en la soledad profunda?

Florentino

En la soledad profunda
el pecho del medanal,
el romance que lo arrulla,
la conseja que lo abisma,
el ánima que lo cruza,
el humo que lo encobija,
el soplo que lo desnuda,
la queja que lo salmodia,
la candela que lo enluta,
la palma que lo atalaya,
el lucero que lo alumbra,
la esperanza que lo siembra,
el dolor que lo fecunda.
¿Qué culpa tengo señores
si me encuentra el que me busca?

El Diablo cambia la rima.

El Diablo

Si me encuentra el que me busca
el susto lo descarrea.
Falta un cuarto pa' la una
cuando el candil parpadea,
cuando después del chubasco
la rama triste gotea,
cuando el espanto sin rumbo
con su dolor sabanea,
cuando el ñénguere da el tono
y la guacaba solfea,
cuando mi aliento es la mar
y mi grito es la marea,
cuando Florentino calla
porque se le va la idea,
cuando canta la pavita,
cuando el gallo menudea.

Florentino

Cuando el gallo menudea
la garganta se me afina
y el juicio se me clarea
como el agua manadora
que alumbrando gorgotea.
Con la lección del turpial
pulo el canto de pelea;
y con la del espinito
que en ceja e´ monte florea
la doy aroma al que pasa
y espino al que me menea.

El Diablo

Espino al que me menea.
No le envidio al espinito
las galas de que alardea:
cuando la candela pasa
la plata se le negrea;
creciente inunda su sombra,
hormiga lo amarillea
cigarrón chupa sus flores,
bachaco anida en su brea,
verano le tumba la hoja,
huracán lo zarandea.

Florentino

Huracán lo zarandea.
el asta siempre está firme
cuando el pabellón ondea.
Si el despecho lo atolondra 
tómese esta panacea 
prefiero entenderle al mundo
y no al que tartamudea.
Loro con ala cortada
es el que más aletea.
¡Quién ha visto un indio en Guayana
lavando oro sin batea!
¡Quién ha visto peón de llano
que ni enlaza ni colea!
 Le dijo la negra Clara
A la catira Matea:
"Si no va a comprar los gofios,
¿pa'que me los manosea?"
Yo que le atravieso el golpe
y el arpa que bordonea.

El Diablo

Y el arpa que bordonea.
si porque tuerce clavijas
presume tanta ralea,
ya no le voy a enseñar
cómo el traste se puntea,
haciéndole las escalas
en fusa y semicorchea.
También le araño la armónica
por muy abajo que sea,
como le subo quintales
sin mecate y sin polea
y le conozco el gritico
del que eriza y cacarea.
Gallero que entiende su arte
amolando se recrea:
sabe que con bulla de ala
no se cobra la pelea;
se cobra con puñalada
cuando la sangre chorrea,
cuando el vencedor se empina
y el vencido patalea.
Vaya poniéndose adelante
Pa'que en lo oscuro me vea.

Florentino

Pa'que en lo oscuro me vea.
No arrime tanto el caballo,
Que el toro se le chacea.
Por derecho le salí
como le toca al que arrea
y usté va por travesía
cuando no me culebrea.
Atrás y alante es lo mismo
Pa' el que no carga manea:
el de atrás coge respiro
cuando el de alante jadea,
el que va atrás ve p'adelante
y el que va alante voltea.

El Diablo

El que va alante voltea.
a gritarle que se apure
a quien nunca se aparea
y a contemplar lo que sube
borrando lo que verdea:
en invierno el aguazal,
en verano la humarea.
Me gusta cantar al raso
de noche cuando ventea,
cuando presagian diluvio
los sapos en la asamblea,
y sus sones disonantes
colman la oscura platea,
porque así es como se sabe
quién mejor contrapuntea.

Florentino

Quién mejor contrapuntea 
hace sus tratos de día
y trabaja por tarea,
sin andar averiguando
si el caballo corcovea
ni si el patrón tiene atajo
y donde lo veranea,
ni los ungüentos del brujo
faculto en farmacopea
con nervios de terecay
y corazón de hicotea,
ni si se roba el novillo
el que lo cachilapea,
ni quién desuella la vaca
ni quién pica la correa,
ni quién siembra los guayabos,
ni quién saca la jalea,
ni adónde diablos va a dar
la bala que chaflanea.
"Cójame ese trompo en la uña,
a ver si lo tataratea."
Ni que yo fuera lechuza
en campanario de aldea
para cantar en lo oscuro
con esta noche tan fea.

El Diablo

Con esta noche tan fea
El destino de mi sombra
Con el suyo se carea.
La ley por la que yo cobro,
si el fallido regatea,
echándosela de libre
el que nación con librea,
ni da plazo, ni da quita,
ni avala ni prorratea.
No se cancela en un día
lo que por vida flaquea.
Mercaderes del milagro
contra huracán y marea
besan el escapulario
cuando el bongo se voltea.
Se acuerdan de Santa Bárbara
sólo si relampaguea.

Florentino

Sólo si relampaguea.
se le ve lo mal que canta
por lo bien que sermonea.
Estúdiese esta cartilla
a ver si la deletrea:
el barco en mitad del río,
el humo en la chimenea,
el pozo en el morichal
donde el suspiro sombrea.
A la luz de la razón
no hay bulto que yo no vea
aunque usted con su malicia
levante esa polvarea.

Siendo bien mansa la mula 
No importa si lo patea.

Coplero que canta y toca.

El Diablo

No importa si lo patea.
Una cosa piensa el burro 
y otra el que no se apea.
¡Ay!, catire Florentino 
escuche a quien lo previene:
dele tregua a la porfía
porque tome y se serene,
para que el ron le dé alivio
y el dolor no lo envenene
cuando el lóbrego eslabón
de la sombra lo encadene.

Florentino

De la sombra lo encadene.
por mi suerte no se apure
ni por mis males se apene,
porque yo nunca he metido
mi cuchara en sus sartenes.
Aunque de veras le guste
la caña con kerosene,
y el manto de agua lo guise
y la iguana la rellene,
no me importa lo que tome,
señor, ni con lo que cene.
Me es igual si se me calla
O la inspiración le viene.

El Diablo

O la inspiración le viene.
Inspiración se marchita
en quien humor se reviene.
discurso fino en lisonja
asegura parabienes.
Arte sin pueblo se esfuma
Como el humo de los trenes:
sólo con huella en lo que arde
levanta polvo en las sienes,
como ala de remolino
torcida en los terraplenes.

Florentino

Torcida en los terraplenes,
orillas de verde Arauca
llamaradas se detiene
y espantados de lejura
relinchan los palafrenes.
Burro no toca flauta
ni que la flauta le suene
a mí nunca me atajaron
en resguardos ni retenes.
Mostrencos como orejanos
yo los distingo entre cienes.
El que lleva contrabando
no pisa mis almacenes.

El Diablo

No pisa mis almacenes.
En comercio no se sabe
quién les da lección a quiénes:
si el que registra escritura
donde traspasa sus bienes,
o quien queda propietario,
amo de lo que no tiene.
Ni chanzas dicen amores,
ni serenidad son desdenes.
Veremos si no le falla
la voz cuando se condene.

Florentino

La voz cuando se condene.
Mientras el cuatro me afine
y la maraca resuene,
no hay espuela que me apure
ni bozal que me sofrene,
ni quien me obligue a beber
en tapara que otro llene,
ni me haga arrollar las mangas
habiendo tantos jejenes.
Coplero que canta y toca
justa ventaja retiene:
toca cuando le da gana,
canta cuando le conviene.

El Diablo

Canta cuando le conviene.
si su destino es porfiar
aunque llueva y aunque truene,
le voy a participar,
amigo que en este duelo
yo no le vengo a brindar
miel de aricas con buñuelo;
vengo a probarle quién soy
por los bloques que cincelo,
por los filos que he amellao
y por los lomos que amuelo.
Yo le confirmo lo fallo
Y lo afirme se lo apelo.
Si se pone malicioso
no me extraña su recelo,
que al que lo mordió macagua 
bejuco le para el pelo.

Florentino

Bejuco le para el pelo.
Regaños no son castigos
ni guáimaros caramelo.
Usté anda en su trapiche
Y yo mi caña la muelo.
Entre cantadores canto,
entre machos me rebelo,
en quien sabe me confío
y del que no me conduelo,
entre palos no me gusta
por lo vidrioso el ciruelo,
entre mujeres me sobra
muselina y terciopelo:
cuando una me dice adiós
a otra le pido consuelo,
si una me niega bizcocho
otra me da bizcochuelo.
Desde cuando yo volaba
paraparas del rayuelo
vide con la noche oscura
la Cruz de Mayo en el cielo.

El Diablo

La Cruz de Mayo en el cielo.
A mí no me espantan sombras 
ni con luces me desvelo:
con el sol soy gavilán
y en la oscuridad mochuelo;
familia de alcaraván
canto mejor cuando vuelo;
voy como el garzón gabán
por el humo contra el suelo,
si pico como alacrán,
pregona el ¡ay! Lo que duelo;
también como la guabina
si me agarra me le pelo.
Le ronco de palo en palo
Como el araguato en celo,
también soy caimán cebao
que en boca'e caño lo velo.

Florentino

Que en boca'e caño lo velo.
Velando al que nunca pasa
El vivo se quedó lelo.
Me acordé de aquel corrío
que me lo enseñó mi abuelo:
"al que me pone la barba 
lo raspo de contrapelo".
Para pájaro mañoso
munición en el revuelo,
para caimán el arpón 
para guabina el anzuelo,
patiquín que estriba corto
no corre caballo en pelo.
¿Con qué se seca las lágrimas
el que no carga pañuelo?
¿Pa'qué se limpia las patas 
el que va a dormí en el suelo?

Albricias pido señores.

El Diablo

El que va a dormí en el suelo
pega en la tierra el oío:
si tiene el sueño liviano
nunca lo matan dormío.
Los gallos están cantando,
escúcheles los cantíos,
los perros están aullando,
recuerde lo convenío.
"zamuro de la Barrosa,
del alcornocal del frío,
albricias pido, señores,
que ya florentino es mío".

Florentino

Que ya Florentino es mío.
Pacto sin consentimiento 
Es palabra sin sentío.
¡Ñéngueres de Banco Seco!
¡Tarotaros del pionío!
Presénteme no más las alas
Pa´que no pare el corrío,
que parado vi al inerme
y corriendo al aguerrío.
Si usté dice que soy suyo
será que me le he vendío;
si me le vendí me paga,
porque yo a nadie le fío.
yo no soy rancho veguero
que le mete el agua al río.
yo no soy pájaro bobo
pa'estar calentando nío.

El Diablo

pa'estar calentando nío.
No sé si es pájaro bobo
pero va por un tendio
con la fatiga del remo
en el golpe mal medío;
y en la orilla del silencio
se le anudará el tañío
cuando yo mande a parar
el trueno y el desafío.

Florentino

El trueno y el desafío.
yo con el que no conozco
ni me enserio ni me río,
y me tienen sin cuidao
arrestos del presumío,
porque hoy con gloria de ayer
no se enraiza poderío.
Barranca en terreno propio
Es mejor que hato en baldío.
laudo que ordena despojo
libera al comprometío.
Dígale a quien da lo ajeno
Que me dé no más lo mío.

El Diablo

Que me dé no más lo mío. 
lo suyo es deuda probada
con un pagaré vencío.
Por eso llegue temprano
Y mi deber lo he cumplío:
atropellarle el cansancio
y frenarle el desvarío,
como si se fuera yendo
mucho antes de haber venío;
pa'que no vuelva a olvidar
ni el invierno ni el estío,
que hoy siendo ayer de mañana
mañana de ayer ha sío.

Florentino

Mañana de ayer ha sío.
A mí lo mismo me dá
tempranero que tardío,
Que el tarde siempre es temprano
Pa'quien canta amanecío.
Me gusta escuchar el rayo
Aunque me deje aturdío,
Me gusta correr chubasco
Si el viento lleva tornío.
¡Aguila sobre la quema,
reto al toro bravío!
¡Música de los palmares
por donde no anda el gentío!
¡Limpios dedos de la sombra
pulsando al mundo dormío!
Cuando esas voces me llaman
siempre les he respondío.
Como me puede callar
coplero recién vestío,
gastándose una garganta
tan rebuena... pa'un resfrío!

El Diablo

Tan rebuena pa'un resfrío.
Aunque me llame la burla
mi rumbo no lo desvío:
Mano a mano y pecho a pecho
Ando atizándome el brío
con el fuego del romance
que es don de mi señorío.
Yo soy quien soplé ceniza
en las mieles del labrantío;
y cuando perdí a mi luto
cinta del mal florecío,
ni me olvidé del recuerdo
ni me acordé del olvío.

Florentino

Ni me acordé del olvío.
Orillas del olvidar
recorro mis tiempos íos:
Cuando poblaban cocuyos
a las tinieblas del río,
y en los quebrantos de arena
con sed de cinco sentíos
iba zurciendo chaparros
cordón de luz con rocío.
Hoy me pongo a inventariar
la hacienda que no he vendío:
 voluntad que enciende rumbo,
querencia que apaga hastío,
pensamiento que campea
de sol a sol florecío.
Me queda lo que he enseñao
Perdiendo lo que he aprendío.

El Diablo

Perdiendo lo que he aprendío.
Me dío el viento su alma errante,
la nube su alero umbrío,
su desamparo el desierto,
la tempestad su alarío.
Relámpagos que alumbraron
desde el horizonte ardío
nariceando cimarrones
y sangrando a los rendios
con la punta e' mi puñal
que duele y da escalofrío.

Florentino

Que duele y da escalofrío.
Dame campo, pensamiento,
y dame rienda, albedrío,
pa' ensañarle al que no sabe
y nunca lo ha comprendío
cuanto espacio inmenso cabe
sobre un frente tendío.
Cimarrones hay que verlos,
de bueyes no le porfío;
escalofríos son miedo,
miedo que nunca lo he sentío;
puñal sáquelo si quiere,
a ver si repongo el mío.
duele lo que se perdió
cuando no se ha defendío.

El Diablo

Cuando no se ha defendío,
lo que se perdió no importa
si está de pies el vencío
porque el orgullo indomable
vale más que el bien perdío.
Por eso a usted me lo llevo,
centellas por atavío,
el bongo de veinte varas
que tiene un golpe sombrío
más profundo y más amargo
que ayes del viento y del río:
rumbo y destino la nada,
pura peña por avío.
en la negra madrugada,
lejano el amanecer,
se le olvidó a Florentino
la copla del terraplén.

Emboscada

Florentino

La copla del terraplén.
Bordones de arpa realenga
la engarzan hoy como ayer
a las tonadas del Apure
y a este golpe barinés
que lo silban los turpiales
en la boca del pagüey. 

El Diablo

En la boca del pagüey
les entro a los remolinos
con el timón al revés,
y al rompe sé si el aguaje
es de tronco o es de pez.
Por las vueltas y los chorros
llevo el bongo sin vaivén.

Florentino

Llevo el bongo sin vaivén.
Así la leyenda cruzan
cantares de buena ley.
Romance de mil caminos,
rosal del marchito pie:
Cómo perfuma los siglos
tu rosa sin marchitez!

El Diablo

Tu rosa sin marchitez
le encarna en color ni espina
quien la pinta sin pincel.
Por fin le escucho palabra
que suspiro yo también
cuando siento la dolida
tentación de florecer.


Florentino

Tentación de florecer.
El jazmín del espinito
besó la tierra y se fue,
desde la salida de aguas
hasta que empezó a llover,
cuando puntea el rocío
el pasaje del clavel.

El Diablo

El pasaje del clavel.
Esa música no se oye
donde el verde no se ve:
Las garúas cristalinas
Sólo son para el vergel;
Para el yermo y los pesares,
Soplo de impávida sed.


Florentino

Soplo de impávida sed
Arranca fresco susurro
al palmar de mi caney, 
donde la tierra callada
va de merced en merced
de la pata al samán
a la orilla del jagüey:
palo que supo florear,
pozo soñando correr.

El Diablo

Pozo soñando correr.
No le envidio al agua inmóvil
su marchita limpidez,
de dos en dos sus yaguazos,
sus garzas de cien en cien,
desamparada su luna,
pensativa su mudez,
desierto de los verdores
sin vacada ni corcel.

Florentino

Sin vacada ni corcel.
Mi rumbo no me lo cambian
presagios de mercader.
Yo camino con la estrella,
lirio de luz y de fe:
aliento de eternidad
aspiran los que la ven.

El Diablo

Aspiran los que la ven
cuando va dejando al irse
servidumbre de volver,
penitencia de alumbrar
sin saber dónde ni a quién.
La eternidad es de todos
como el odiar y el querer,
tan sombra como la vida,
tan dolor como el laurel.
 
Florentino

Tan dolor como el laurel
Dolor dan las coplas desnudas
si matan su verdecer,
más no las que alzan en mayo
bucare y araguaney.
Defiendo lo que tocó
lucho por lo que soñé.
Andante de mi destino,
por serle fiel a lo fiel,
en brasero de lo humilde
vi la luz de la altivez

El Diablo

Vi la luz de la altivez.
Rozador de la amargura
talo el fondo de mi ser.
Mi sino es quitar si dieron
y dar, cuando nadie dé,
ceniza en la llamarada,
brazas en la palidez. 
Por mí espigan en suspiro
el olvido y el desdén
y aduermen la frente amante
cojines que eternicé.

Florentino

Cojines que eternicé.
Reniego de esos alardes
que no me importa saber.
Razón despierta a las cinco
belleza a golpe de seis,
cuando bendicen la vida
en la majada la grey
y en la cumbrera del rancho
la seña azul del café.

El Diablo

La seña azul del café.
Ay, catire Florentino,
trovador del terraplén,
que soñó quitar pesares
y le quitaron la fe,
que quiso ser toro altivo
y lo enyugan como al buey,
apréndase desde ahora
lo que le falta saber:
que bajo el cielo marchito
tan sólo el oro y la miel
alivian para el quién sabe
el suspiro de tal vez.

Florentino

El suspiro de tal vez.
Esas nubes no hacen sombra
si caminan por sus pies
el que nunca cuenta males
porque contó con su bien,
y el mejor cuento lo guarda
para contárselo a usté
cuando descorra sus lutos
la noche de Santa Inés
y el alba prenda una rosa
en el ojal del jagüey.

El Diablo

En el ojal del jagüey
al vislumbrar su facundia,
predije su impavidez
de corsario entre los bravos
marinos de mi bajel:
varón para buen comando,
buen vino y buena mujer,
porque el destino le puso
lauro de abismo en la sien.

Florentino

Lauro de abismo en la sien.
De noche cuando transito
plegarias de mi niñez,
vuelan las avemarías
con la garza del amén.
Por si me quiere tentar,
Yo soy como el diostedé,
"que hace cruz en el agua
para poderla beber".

El Diablo

Para poderla beber.
A ese pájaro mendigo
ojalá nada le den:
como a mí de los maizales
le abran mazorca sin mies,
como yo que sienta el río
y nunca se sacie en él.
siguiendo el trazo del humo
que como azogue lo atrajo
le salgo por otro rumbo
a ver si topa el atajo.

Ahora verán, señores.

Florentino

A ver si topa el atajo.
Si registró el clarinete,
no me toque el contrabajo,
ni me suenen esos platillos
como carreta en cascajo,
que todo renglón no es verso 
ni rimas son conchas de ajo,
ni el secreto del repique
es guindarse del badajo.
El arte es hasta en el cielo
disciplina sin relajo:
si un arcángel desafina
ya el director se distrajo.

El Diablo

Ya el director se distrajo
pensando en los humoristas
de escofina y estropajo
que a quien la cara bajó
lo apodan "escarabajo",
al vizconde, "conde bizco",
y "amarra ajos" al marrano.
De esos necios pergaminos
yo arrugué más de un legajo.
Aunque me vista de nuevo
respeto el ajeno andrajo:
Cuando canto con un hombre
con el grito lo encorajo,
con la audacia lo sacudo,
con el numen lo aventajo;
lo venzo y no lo abochorno,
lo castigo y no lo ultrajo

Florentino

Lo castigo y no lo ultrajo.
Yo en refriegas no torturo,
pero tampoco agasajo:
si no le echo plomo al tigre,
me come el tigre el atajo,
y cuando no halla un becerro
me atropella el zarandajo.
Si usted es quien me atosiga
con mis golpes a destajo,
¿qué culpa voy yo a tener 
si en el retruque lo rajo!
Contraje mi obligación,
la misma que usted contrajo:
fajármele frente a frente,
frente a frente, me le fajo.
Zamuros de la Barrosa
del alcornocal de abajo,
les presento al pescador
que nunca saló el tasajo.
Ahora verán, señores,
al diablo pasar trabajo.

El Diablo

Al diablo pasar trabajo.
No mienta al que no conoce
ni finja ese desparpajo,
haciéndose el que no duele
el filo con que lo sajo;
mire que por esa tierra
no es primera vez que viajo,
y aquí saben los señores
que si las uñas encajo
lo disperso lo reúno,
lo entero lo desmigajo,
lo cuajado lo derrito,
lo derretido lo cuajo
al mismo limón chiquito
me lo chupo gajo a gajo.

Florentino

Me lo chupo gajo a gajo.
Usté que se alza el copete
y yo que se lo rebajo.
No se asusten, compañeros,
déjenlo que yo lo atajo;
déjenlo que suelte el bongo,
pa'que coja agua abajo,
déjenlo pará rodeo
que yo se lo desparpajo,
déjenlo que pinte suertes,
yo sabré si le barajo.
Déjenlo encajar las uñas
que yo me las desencajo.
Déjenlo alzar la cabeza,
que va a salir cabizbajo.
Antes que Dios amanezca
se lo lleva quien lo trajo;
adelante el caballo fino,
atrás el burro marrajo.
¡Quién ha visto dorodoro
cantando con arrendajo!

Cuando talla briscas de oro
el madrugador fanal,
si me cambió la consonante
yo se lo puedo cambiar.
Ecos lejanos repiten.
El Diablo

Yo se lo puedo cambiar.
los graves y los agudos
a mí lo mismo me dan,
lo mismo son en tiniebla,
muchedumbre y soledad.
A quien dejó lo infalible
soñando luz del quizá,
a quien la paz sin la gloria
cambió por gloria sin paz,
¿qué mucho es rimar querella
con el nunca o el jamás?

Florentino

Con el nunca o el jamás.
Su aguijón no me zahiere
ni me emponzoña su mal,
ni en escombros su despecho
me arredra su adversidá.
Porque este pasaje suyo
es como el del gavilán
que aguaitando la perdiz
se topó el águila real;
y en el pleito que tuvieron
el águila pudo más
con el pico que le puso
el que le dio majestá
y las alas invencibles
de quien le enseñó a volar.

El Diablo

De quien le enseñó a volar.
¡Ay!, catire florentino,
cantor de pecho cabal,
¡qué tenebroso el camino
que nunca desandará!
por negra orilla del mundo
donde ni suspiros hay,
ni vuela la corocora,
ni susurra la torcaz.
Sin alero ni rescoldo,
sin luna ni morichal,
sin alante, sin arriba,
sin orilla y sin atrás,
donde olvida patria y nombre
el que ya no puede hablar.

Florentino

El que ya no puede hablar.
A nadie le ando escondiendo
mi estatuto personal:
mis bienes son lo que doy
y mi nombre el que me dan,
domiciliado en mi huella,
soltero y mayor de edá.
Cuatro alambradas del cielo
alinderan mi heredad
y unen la manga del viento
al Oriente con mi alar.
Mi cruz son el horizonte
Y el rumbo de mi alazán,
mis expedientes las nubes,
mi archivo la inmensidad;
mi renta silbo y tonada,
caminos mi capital:
pagué lo que anduve y debo
los que quedan por andar

El Diablo

Los que quedan por andar
le toca trocarlos hoy
con mi rejo en el bozal,
por la ley que dió la arena
el rumbo del huracán.
¡Ay! catire Florentino,
trovero de chaparral,
¿Qué vale no querer irse
en voz de quien ya se va?
¡Qué delito hay en la  espina
si uno se quiso espinar?
¡Qué son en la nada lóbrega
verso y música fugaz,
sino esperanzas que solas
se desesperanzarán?
¡Qué son flechas del amor
en la irredenta ansiedad,
sino burlescas y tristes
carcajadas del carcaj?
Ya no valen su baquía,
su fe ni su facultá,
catire quita pesares,
arrendajo y turpial.
Tahures en mi tapete
tiran sena y ¡siempre el as!
Rebeldes hacia mi sombra
no quieren y ¡siempre van!

Florentino

No quieren y siempre van.
De andar solo esa vereda
los pies se le han de secar,
y se le hará más profunda
la mala arruga en la faz,
porque mientras llano y cielo
me den de luz su caudal,
mientras la voz se me escuche
por sobre la tempestá,
yo soy quien marco mi rumbo
con el timón del cantar.
Y si al dicho pido ayuda
Aplíquese esta verdá:
que no manda marinero
donde manda capitán.

El Diablo

Donde manda capitán
usted es vela caída,
yo altivo son de la mar.
Ceniza será su voz;
rescoldo de muerto afán,
sed será su última huella,
náufraga en el arenal,
humo serán sus caminos,
piedra sus sueños serán,
carbón será su recuerdo,
-lo negro en la eternidá-
para que no me responda
ni se me resista más.
Capitán de la Tiniebla
es quien lo viene a buscar.

Florentino

Es quien lo viene a buscar.
Mucho gusto en conocerlo
tengo señor Satanás.
Zamuros de la Barrosa
salgan del Arcornocal
tíñanse las alas negras
con lebruna claridá,
de esa que mana el Oriente
cuando se vuelve el rosal,
que al Diablo lo cogió el día
queriéndome atropellar
y le falló la malicia
con el último compás.

El Diablo

Con el último compás
Ni el arte le dará escudo
ni rezos lo salvarán.
Vampiros sobre la frente
-vivo y lóbrego antifaz-
el presagio del abismo
en el luto del callar,
ya lo aguarda el centinela
de la "Doliente Ciudá".
Mire sus señas sombrías
En el fúnebre portal.

Florentino

En el fúnebre portal
lindero de su garita
quédese con su guardián,
que la ley no da tutela
no haciendo minoridá,
y yo soy el ruletero
de mi envite y de mi azar.
Le abrí parada al destino,
pero no perdí jamás
ni el clavel del arrebol
ni el tapiz del arenal,
ni del mantel de mi mesa
el limpio don de mi pan:
porque regué con sudores
la siembra del buen soñar;
y si caminé de noche
sé que vale mucho más
un segundo de lucero
que siglos de oscuridá.

El Diablo

Que siglos de oscuridá.
Los remolinos del río
ya suenan bajo su alar:
antes que el agua le llegue
suspire el adiós fatal.

Despídase de la luz
Y medite a suspirar:
si gime el mal en tiniebla,
¿quién alumbra la maldá?

Despídase del amor
y pregunte al suspirar:
en cordajes del ensueño,
¿quién templa el bordón del ¡ay!?

Despídase de la fe
y medite al suspirar:
¿qué delito es la mentira
si lo triste es la verdá?

Despídase de las horas
y recuerde al suspirar
que a quien penó por lo eterno
penas lo eternizarán.

Despídase de la cruz
y no piense al suspirar

Florentino

Y no piense al suspirar.
Sácame de aquí con Dios,
Virgen de la Soledá,
Virgen del Carmen bendita,
sagrada Virgen del Real,
tierna Virgen del Socorro,
dulce Virgen de la Paz,
serena Virgen de Lourdes
con tu fuente por altar,
Virgen de la Coromoto.

Virgen de Chiquinquirá,
Señora de la Corteza
que en cedro esculpes tu faz,
piadosa Virgen del Valle,
santa Virgen del Pilar,
Virgen de peña Admirable,
Patrona del Manantial,
Fiel Madre de los Dolores,
dáme el fulgor que tú dás.

¡San miguel dame tu escudo,
tu rejón y tu puñal!
¡Niño de Atocha bendito!
¡Santísima Trinidad!

En compases de silencio
Negro bongo que echa a andar.
¡Salud, señores! El alba
bebiendo en el paso real!
Ecos lejanos repiten:
¡Santísima Trinidá!

Fuente:  llaneraa.com

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